El secreto mejor guardado de Guerrero: El Mole Rosa de Taxco

Cuando se piensa en mole, vienen a la mente los tonos oscuros del poblano, el rojo encendido del oaxaqueño o incluso el verde vibrante del mole de pipián. Pero en el corazón de Guerrero, sobre las montañas plateadas de Taxco, florece una joya culinaria tan insólita como encantadora: el mole rosado.

Un color que cautiva

A simple vista, el mole rosado parece más una fantasía que una receta tradicional. Su color pastel, suave y elegante, podría asociarse con un postre o un platillo moderno, pero este mole es profundamente tradicional. El tono rosado no proviene de colorantes artificiales, sino de la combinación meticulosa de almendras, ajonjolí, cacahuates, clavo, canela, pimienta gorda, y un toque de betabel o rosa de Castilla, que tiñe suavemente la mezcla final.

Sabor de festividad

El mole rosado es un platillo reservado para las grandes ocasiones: bodas, fiestas patronales, bautizos. No es una comida de todos los días. Se sirve típicamente con guajolote o pollo, acompañado de arroz blanco y tortillas hechas a mano. Su sabor es delicado, especiado, con una dulzura sutil que lo distingue de sus parientes más picantes o terrosos. El equilibrio es la clave: ni muy dulce, ni muy salado, ni muy picante. Una sinfonía armoniosa que habla del cuidado con que se prepara.

Un plato con historia

Este mole tiene raíces mestizas. Se dice que surgió en conventos de la época colonial, como tantos otros moles, donde las monjas experimentaban con ingredientes europeos y americanos. Sin embargo, lo que hace especial al mole rosado es su arraigo en Taxco, ciudad conocida más por su plata que por su cocina. Aquí, la receta se ha transmitido de generación en generación, especialmente entre las cocineras tradicionales de las comunidades cercanas, como Tehuilotepec y Acamixtla.

El desafío de la preservación

En un país donde la gastronomía cambia y evoluciona constantemente, el mole rosado ha corrido el riesgo de perderse. Hoy en día, gracias a festivales gastronómicos, esfuerzos de rescate cultural y la labor de cocineras tradicionales que se han convertido en embajadoras de su cocina, el mole rosado comienza a ser reconocido fuera de Guerrero.

Cocineras como Cristina Gómez, en el poblado de Tehuilotepec, han sido claves en este resurgimiento. Su participación en ferias nacionales ha puesto en el mapa un platillo que hasta hace poco era prácticamente desconocido fuera de su región.

Más que un platillo, una herencia

Probar el mole rosado no es solo una experiencia gastronómica; es un viaje al corazón de una comunidad, a la memoria viva de las cocinas mexicanas. Cada cucharada cuenta una historia de manos laboriosas, de fiestas largas, de herencias que se resisten al olvido. En un país donde cada mole tiene su mito, el mole rosado de Taxco se alza como una poesía suave escrita con almendras y flores.

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