La primera road movie de la historia, un western: “La Diligencia” (1939).

A lo largo de la historia del cine, hay películas que definen géneros, otras que los reinventan y unas cuantas que los fundan. Stagecoach (1939), del legendario director John Ford, es ampliamente reconocida como uno de estos hitos. Aunque en la superficie es un western clásico, un análisis más profundo revela que Stagecoach puede considerarse, sin exageración, como la primera road movie de la historia del cine. Esta obra no solo catapultó al estrellato a John Wayne, sino que también sentó las bases para un subgénero cinematográfico que florecería en las décadas siguientes y que ha sido el vehículo (literal y metafóricamente) de algunas de las películas más influyentes y entrañables del siglo XX y XXI.

¿Qué es una road movie?

Una road movie es más que una historia de viaje. Es una estructura narrativa donde el movimiento físico por el espacio —a menudo en carretera— representa también una transformación interna de los personajes. En este tipo de cine, el trayecto es tan importante como el destino. Las road movies suelen explorar temas como la libertad, el autodescubrimiento, el conflicto social y la búsqueda de identidad, todo esto mientras los protagonistas se enfrentan a situaciones inesperadas que los cambian para siempre.

El término se popularizó en los años sesenta y setenta, con películas como Easy Rider (1969) o Two-Lane Blacktop (1971), pero el concepto —viajar como proceso narrativo de evolución— puede rastrearse mucho antes. Y ahí es donde Stagecoach entra en escena.


Stagecoach como proto-road movie

Estrenada en 1939, Stagecoach no solo marcó el regreso de John Ford al género del western tras una década de ausencia, sino que también redefinió lo que una película del oeste podía ser. Ambientada en el suroeste estadounidense durante las guerras apaches, la historia sigue a un grupo variopinto de pasajeros que deben cruzar territorio hostil a bordo de una diligencia que va de Tonto a Lordsburg, Nuevo México.

Lo que convierte a Stagecoach en una road movie avant la lettre no es solo su estructura de viaje. Es el hecho de que este recorrido permite una radiografía social del Estados Unidos de su época (o de cómo Ford lo imaginaba): una prostituta marginada (Dallas), un médico alcohólico (Dr. Boone), un banquero corrupto, una dama sureña embarazada, un jugador del sur, un vendedor de whisky, y el icónico forajido con corazón de oro, Ringo Kid (John Wayne).

A medida que avanza el viaje, estos personajes no solo enfrentan peligros externos (la amenaza constante de un ataque apache, el desierto implacable, la tensión interna), sino que también deben confrontar sus propios prejuicios, traumas y contradicciones. La transformación de los personajes a lo largo del camino, su interacción y el microcosmos social que representan es lo que coloca a Stagecoach en la raíz misma del subgénero road movie.


La innovación narrativa y técnica

Ford utilizó el vasto paisaje de Monument Valley, en la frontera entre Utah y Arizona, como un personaje más. Esta elección escénica no solo redefiniría visualmente al western, sino que también crearía el precedente para el uso del paisaje en las road movies posteriores: como símbolo de libertad, pero también de peligro y alienación.

Además, Stagecoach introdujo una nueva forma de construir tensión narrativa en movimiento, alternando momentos de acción con diálogos que revelan capas más profundas de los personajes. Esta combinación de acción, drama psicológico y comentario social sería replicada, una y otra vez, en innumerables road movies del futuro.


De la diligencia al Cadillac: evolución de la road movie

Si Stagecoach plantó la semilla, películas posteriores la hicieron florecer. En la segunda mitad del siglo XX, la road movie se consolidó como un género con identidad propia. A menudo vinculada a momentos de cambio cultural —la posguerra, el movimiento hippie, el desencanto post-Vietnam—, la road movie se convirtió en una vía para explorar los márgenes de la sociedad estadounidense.

Algunos hitos posteriores incluyen:

  • Easy Rider (1969) de Dennis Hopper: Dos motociclistas recorren el sur de Estados Unidos en busca de libertad, solo para encontrar intolerancia. Es la road movie por excelencia, con una fuerte carga contracultural.
  • Thelma & Louise (1991) de Ridley Scott: Dos mujeres emprenden una huida que las transforma, en una mezcla de western moderno y crítica feminista.
  • Paris, Texas (1984) de Wim Wenders: Un viaje introspectivo y melancólico a través del suroeste estadounidense, donde el desierto se convierte en reflejo del vacío emocional del protagonista.
  • Little Miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris: Una familia disfuncional viaja en una vieja furgoneta VW en una historia que mezcla humor y patetismo.
  • Y tu mamá también (2001) de Alfonso Cuarón: Una road movie mexicana en la que dos adolescentes y una mujer mayor recorren el país en busca de una playa que, al final, es solo un pretexto para explorar su despertar sexual y social.

En todas ellas, el vehículo (auto, moto, camión, tren, incluso nave espacial en algunos casos) se convierte en espacio de revelación. La ruta se transforma en narrativa.


¿Por qué importa Stagecoach hoy?

Más allá de su influencia estética y técnica, Stagecoach sigue siendo relevante porque inauguró una forma de contar historias centradas en el viaje como experiencia de transformación. Ford demostró que un relato de movimiento podía ser también un ensayo social. Y que el camino, más que el destino, es donde ocurre lo esencial del cine y de la vida.

En tiempos donde las fronteras físicas se desdibujan pero las internas persisten, las road movies siguen ofreciendo metáforas poderosas sobre lo que significa moverse, cambiar, buscar, huir o simplemente avanzar. Todo comenzó con una diligencia en el desierto de Monument Valley, un grupo de personajes rotos y la mirada visionaria de un director que entendió, antes que nadie, que el viaje es el mejor espejo del alma.


El legado

John Ford dirigiría más de 140 películas en su carrera, muchas de ellas westerns. Pero Stagecoach ocupa un lugar especial. No solo por ser la primera película donde usó Monument Valley, ni por haber lanzado a John Wayne al estrellato, sino porque inventó sin querer un nuevo modo de contar historias: el cine del camino.

La carretera —o la ruta polvorienta— ha sido, desde entonces, el terreno fértil de narrativas libres, donde los personajes pueden, al fin, perderse para encontrarse.

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