¿Contratarías a alguien para llorar en tu funeral?
Aunque suene sacado de una novela de humor negro, hubo un tiempo en que contratar a mujeres para llorar en los entierros era algo tan común como llevar flores o rezar el rosario. No, no es una broma: hoy vamos a desempolvar los pañuelos (y los datos curiosos) para conocer a las inolvidables plañideras, las actrices del drama eterno, especialistas en llorar con clase, estilo y propósito.
Un poco de historia… ¿De dónde vienen estas damas del drama?
La figura de las plañideras tiene raíces muy antiguas. Ya en el Antiguo Egipto existían mujeres contratadas para llorar en los funerales de faraones y nobles. En la Roma clásica, también se estilaba este tipo de duelo profesional, donde la tragedia era casi teatral.
Con la llegada del cristianismo y la Edad Media, la práctica se mantuvo en muchos rincones del mundo, incluida la España del siglo XVII, desde donde llegó eventualmente a América Latina y, claro, a México, donde encontró terreno fértil entre la tradición, la religiosidad… y el amor al drama bien actuado.
¿Y qué hacían exactamente (y cuánto cobraban)?
Una plañidera no era cualquier “doñita” que se asomaba a ver qué pasaba. Era una mujer (en su mayoría) entrenada para llorar con intensidad, acompañar el cortejo fúnebre, gritar lamentos personalizados, y a veces incluso recordar los logros del difunto con palabras que harían llorar a cualquiera… aunque no lo conociera.
En muchos pueblos de México, especialmente en zonas del centro y el sur, estas mujeres cobraban el equivalente a un jornal (o más si había que hacer escena dramática extendida). Algunas incluso ofrecían “paquetes completos” que incluían luto riguroso, letanías y performance frente al ataúd.
🧺 Dato chismoso: En algunos pueblos, también se contrataban para “llorar bonito” a los difuntos que no tenían familia o que eran poco queridos… sí, como para que no se notara que nadie fue.
Las plañideras en México: tradición con lágrimas y devoción
En México, las plañideras tuvieron su época dorada entre los siglos XIX y principios del XX, especialmente en comunidades rurales o indígenas donde la muerte es vista como un ritual de paso profundamente emotivo.
No era raro verlas en entierros de personas “importantes” del pueblo, y aunque la práctica ha disminuido drásticamente, aún hay regiones donde se recuerdan con cariño… o con nervio.
🎭 Nivel telenovela: Algunas plañideras no solo lloraban. También improvisaban poesías, canciones de despedida o simulaban desmayos al pie del féretro. ¡Eso sí era meterse en el personaje!
¿Y hoy? ¿Cómo podrían ser las plañideras en 2025?
Si te pones a pensar… el espíritu de las plañideras no ha muerto (aunque sus clientelas sí).
👉 Si las plañideras existieran hoy, probablemente tendrían:
- Perfil de Instagram o TikTok donde compartirían tips de actuación emocional: “3 formas de llorar con clase en un velorio”.
- Un portafolio en Fiverr o Upwork: “Lloro por usted desde $200 la hora. Paquete premium incluye sollozo, suspiro largo y frase tipo ‘¡por qué tú, señor, por qué!’”.
- Calificaciones en Google Maps: “Excelente llanto, muy puntual. Lloró con sentimiento desde el primer minuto. 5 estrellas.”
- Servicio express en funerales modernos: “¿No hay quién llore a tu tío abuelo? ¡Nosotras te ayudamos! Contrata tu plañidera con vestimenta personalizada y tono dramático a elección.”
Un sentido adiós, con pañuelo y corazón
Las plañideras fueron parte de una forma de vivir (y representar) la muerte que combinaba ritual, teatro, emoción y pertenencia comunitaria. Eran las encargadas de ponerle lágrimas a lo que muchas veces solo tenía silencio.
¿Y tú? Si te dieran a escoger, ¿preferirías un adiós solemne o un show con gritos y pañuelo en mano?
Porque al final, llorar también fue, y sigue siendo, un acto de amor… aunque sea por encargo.