Satanización de la palabra: “Turismo” (datos duros).

Viejas definiciones, nuevas percepciones

El turismo es, según la Organización Mundial del Turismo (OMT), “un fenómeno social, cultural y económico que supone el desplazamiento de personas a países o lugares fuera de su entorno habitual por motivos personales, profesionales o de negocios”. Sin embargo, en los últimos años esta palabra ha adquirido una connotación negativa en el discurso público. Se habla de turismofobia y se critica la masificación de destinos. En ciudades turísticas populares (por ejemplo, Barcelona, Venecia o Amsterdam) han surgido protestas locales, grafitis y hasta acciones contra visitantes. No obstante, el turismo sigue siendo una actividad noble y esencial para millones de personas y para muchas economías. En este artículo analizamos la definición de turismo, datos históricos y actuales, los impactos ambientales positivos de la pausa pandémica, los costos económicos y sociales de su caída, y opiniones de expertos que subrayan su valor.

El mundo y el caso México

El turismo mueve hoy un porcentaje significativo de la economía mundial y emplea a decenas de millones de personas. Según la OMT, en 2023 el número de turistas internacionales alcanzó cerca de 1,3 mil millones (aproximadamente 88% de los niveles pre-pandemia). Los ingresos internacionales por turismo se ubicaron en unos 1,4 billones de dólares en 2023 (el 93% de lo obtenido en 2019). La contribución directa del turismo al PIB mundial fue alrededor de 3,3 billones USD (alrededor del 3% del PIB global). Por su parte, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) reporta que el sector aporta cerca del 10% del PIB mundial y sustenta alrededor de 357 millones de empleos en todo el mundo (casi uno de cada diez puestos de trabajo).

México es uno de los destinos más importantes a nivel global. En 2023 México recibió 42 millones de turistas internacionales, lo que lo ubicó entre los países más visitados del mundo. El turismo representa alrededor del 7% del PIB nacional en tiempos normales (según estimaciones recientes), con decenas de miles de trabajadores formales dedicados al sector. Sectores como hoteles, agencias de viaje, transporte y guías turísticos dependen de esta actividad. Por ejemplo, en el tercer trimestre de 2023 México contaba con unos 4.76 millones de empleos turísticos formales, un nivel que ya supera el registro pre-COVID. Esto evidencia la magnitud de la industria turística: es un motor de crecimiento económico, generador de empleo y fuente de divisas.

Percepciones negativas: turismofobia y saturación de destinos

A pesar de esos beneficios, en años recientes el turismo ha sufrido una mala prensa. El fenómeno de la turismofobia –rechazo social a los turistas– ha ganado visibilidad en varios países. En España, por ejemplo, se han documentado protestas y acciones contra visitantes: desde pintadas “antituristas” en espacios públicos hasta locales que prohíben a nómadas digitales (turistas que trabajan en remoto) ocupar mesas. Se llegó incluso a atacar taquillas de alquiler vacacional en Sevilla con excremento de perro, o a “rocíar con pistolas de agua” a turistas en Barcelona para obligarlos a irse. Estas reacciones surgen principalmente por la masificación de algunos destinos, problemas de saturación y escasez de servicios locales. Un artículo de opinión destaca que las movilizaciones en islas turísticas (Canarias, Baleares) responden a un modelo de “crecimiento ilimitado” que sus habitantes consideran agotado.

En el plano mediático, se ha usado el término overtourism para describir ciudades saturadas. Como señalan expertos de la Universidad de Sídney y Nottingham, la recuperación rápida del turismo post-pandemia resucitó el concepto de “overtourism”, que ya en 2019 la OMT pedía gestionar responsablemente. Estas críticas, si bien validan la necesidad de un turismo más sostenible, han salpicado la imagen del turismo en general. Sin embargo, es importante distinguir: los manifestantes afirman no estar contra el turismo en sí, sino contra su modelo no regulado. Como escribió el presidente de la cadena Meliá, Gabriel Escarrer, no se trata de odiar al turista, sino de mejorar el modelo. Él advierte que el objetivo debe ser generar “empatía y reconocimiento social hacia el turismo” en lugar de fomentar odio.

Desde la perspectiva mexicana no han surgido manifestaciones antituristas como en Europa, pero sí existe preocupación por los impactos locales (empleo, vivienda, medio ambiente). En general, la imagen negativa del turismo mundial ha repercutido en nuestro país: muchos residentes y medios locales enfocan solo las externalidades negativas (tráfico, contaminación, gentrificación) sin reconocer los beneficios. Es necesario un contrapeso que recuerde que el turismo mexicano es estratégico. México no cerró completamente sus fronteras en la pandemia y se reposicionó rápidamente tras un fuerte retroceso. Su oferta cultural y natural (playas, arqueología, gastronomía) es reconocida globalmente. En resumen, el escepticismo ante el turismo masivo existe, pero viene acompañado también de datos duros que muestran cuán vital es esta actividad para el país.

La pandemia, reflexión inesperada

Un efecto positivo inesperado de la crisis por COVID-19 fue la mejora ambiental asociada a la drástica caída del turismo. La suspensión global de viajes redujo enormemente las emisiones y permitió cierto “respiro” de los ecosistemas. Según la OMT, la pandemia provocó una caída mundial aproximada del 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2020. Un estudio publicado en El Espectador señala que en ese año las emisiones por turismo cayeron de 5.2 gigatoneladas a 2.2 gigatoneladas de CO₂ equivalente. En otras palabras, la huella de carbono del turismo se redujo drásticamente durante el confinamiento, hasta el punto de que fue el único evento en décadas capaz de provocar tal caída. Además de menor contaminación atmosférica, se registró el retorno de fauna urbana y la limpieza de playas y ríos al disminuir la presión humana (varios reportes periodísticos documentaron el regreso de animales silvestres a áreas protegidas y ciudades).

Sin embargo, estos efectos ambientales favorables fueron temporales. A medida que reabrieron los destinos, la actividad turística retomó sus niveles previos. Para 2023 el turismo internacional ya casi recuperó por completo el volumen de 2019, con el consiguiente aumento de vuelos y transporte terrestre. De hecho, los investigadores que estudiaron el tema advierten que incrementar la demanda turística sin innovaciones tecnológicas radicales sería insostenible en materia de emisiones. Este análisis alimenta la discusión sobre la sostenibilidad del turismo: el reto hoy es adoptar prácticas verdes (tours regenerativos, energías limpias en transporte, manejo de residuos) para que la actividad sea más amable con el medio ambiente. Expertos en turismo sostenible proponen un modelo regenerativo: dejar el lugar visitado “no solo igual de como se encontró, sino mejor”, es decir, restaurar y enriquecer los destinos. Esto convierte el turismo en una fuerza potencialmente positiva para la conservación, en lugar de un simple factor de impacto.

Crisis del COVID y recuperación

En contraste con los beneficios ambientales temporales, la contracción del turismo tuvo un impacto económico devastador en 2020-2021. A nivel mundial, la OMT y WTTC documentaron caídas récord. El WTTC reportó que en 2020 el aporte del turismo al PIB mundial cayó casi a la mitad (de 10.4% a 5.5% del PIB global, equivalentes a una pérdida cercana a 4.5 billones USD en valor de producción). Ese año se perdieron 62 millones de empleos en el sector (una reducción del 18.5% respecto a 2019. En pocas palabras, millones de familias vieron desaparecer sus ingresos ligados a hoteles, restaurantes, aerolíneas, agencias de viaje y actividades conexas. En el Caribe, por ejemplo, el golpe fue especialmente duro: en 2020 el turismo aportó 680 mil empleos menos (casi una cuarta parte del empleo turístico regional).

En México la crisis también fue profunda. Según el Consejo de Investigación de Turismo de la Anáhuac (Cicotur), la caída del PIB turístico fue del 25.4% en 2020, comparado con 2019. Sectur estimó que a fines de 2021 había 174,296 empleos turísticos formales menos que en el mismo periodo de 2019. Los ingresos por turismo interno cayeron 28.4% en 2020 (unas 940 mil millones de pesos menos). En conjunto, México dejó de recibir alrededor de 33.9 millones de turistas internacionales entre 2020 y 2021, pérdida que significó miles de millones de dólares en divisas. Estas cifras muestran que, si bien el turismo reduce la pobreza y crea oportunidades en tiempos normales, su parón fue un duro castigo económico: familias de meseros, guías, choferes, mucamas y miles de microempresarios turísticos vieron afectados sus medios de vida en meses.

Afortunadamente, la reactivación global ha sido fuerte. Para 2022-2023 el turismo mundial se recuperó hacia niveles pre-COVID. En México el empleo turístico ya supera cifras históricas: para el tercer trimestre de 2023 se registraron 4.76 millones de empleos en turismo, superando incluso los 4.49 millones de inicios de 2020. Sin embargo, la recuperación también ha hecho volver a crecer la saturación en algunos destinos. Esto refuerza la idea de transitar a un modelo de turismo menos volumétrico y más de calidad, en beneficio tanto de visitantes como de anfitriones. Como concluye un vocero sectorial en España: el objetivo no es aumentar solo el número de visitantes, sino lograr que sean más respetuosos, que gasten mejor y que prolonguen sus estancias, valorizando la oferta cultural y ambiental.

Voces expertas: turismo responsable y oportunidades

Diversos expertos insisten en que el turismo, pese a los retos, debe verse como un aliado estratégico. Silvia Grünig, profesora de sostenibilidad turística, define el concepto de viaje regenerativo como aquel que “deja el destino mejor de como se encontró”. Bajo ese enfoque, los viajeros y empresas colaboran en la conservación y el desarrollo local; no se trata simplemente de consumir pasivamente, sino de retribuir. Por su parte, Gabriel Escarrer Jaume, presidente de Meliá Hotels y excandidato de Exceltur, subraya que la industria debe fomentar la empatía social con el turismo. Según Escarrer, avanzar hacia un turismo sostenible (menos masivo, más equilibrado) generará “sin duda una mayor empatía y reconocimiento social hacia el turismo”. En otras palabras, más que demonizar la actividad, es fundamental mejorar su modelo para que beneficie a comunidades locales y cuidemos el entorno.

Otros economistas y líderes turísticos internacionales comparten esta visión. Destacan que el turismo fomenta el entendimiento intercultural, abre mercados para artesanos y pequeños negocios, y motiva la conservación de patrimonios culturales y naturales (la propia OMT recomienda que el turismo proteja y ponga en valor el patrimonio para futuras generaciones). En México, el turismo ha sido clave para regiones alejadas: las comunidades del norte (Baja California, Norte de Sinaloa) o los pueblos mágicos en el centro (Valle de Bravo, San Cristóbal) han mejorado sus condiciones gracias a visitantes que demandan hospedaje, alimentación y guías locales.

En síntesis, el uso peyorativo reciente del término “turismo” no debe nublar su verdadero rol. La mayoría de los profesionales del sector defienden que el camino es turismo responsable, no suprimirlo. Como afirma una tribuna en El Confidencial: “Turismo responsable sí, turismofobia no”. Con políticas adecuadas (planificación urbana, regulación de alojamientos, límites de capacidad en sitios frágiles) y concientización, el turismo puede ser renovado. Miles de familias mexicanas dependen del turismo para su sustento, y millones de viajeros dependen del turismo para conocer el mundo. Reconocer esto es el primer paso para revertir la mala imagen.

En definitiva, el turismo es una actividad noble. Ha sido motor de integración cultural y desarrollo económico. La pandemia nos mostró su lado frágil y los daños ambientales que provoca su ausencia. Ahora el desafío es redirigir el discurso: en lugar de satanizar la palabra “turismo”, debemos promover un turismo más humano, sostenible y respetuoso. Eso permitirá que millones sigan viajando y al mismo tiempo se apoye el crecimiento local y la conservación ambiental.

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